Vino del otro lado (3)

Una gran claridad me despertó. Abrí los ojos asustados y vi que Amanda estaba descorriendo las cortinas de la habitación y un brillante rayo de luz solar caía directamente sobre mí. Me desperecé y salí de la cama lentamente. Amanda sin decirme nada salió de la habitación y bajó por las escaleras. Me quedé un buen rato sentado en la cama sin mirar nada en concreto, aún despertandome. Finalmente fui al baño a asearme y a vestirme. Me fijé en el espejo. Parecía aún más verde que nunca, mientras me miraba en el espejo tuve un pequeño desfallecimiento y por unos segundos se me nubló la vista. Sacudí mi cabeza y salí del cuarto, bajé las escaleras y me senté a la mesa.

- ¿Como te encuentras querida? - Pregunté mientras la miraba preparar el desayuno.

- Bien... - Parecía algo cansada y tenía unas pequeñas ojeras- Me siento cansada, supongo que no habré dormido bien. ¿Y tu?

- Bien, bien cariño... ¿porque no descansas si te encuentras mal? Te has movido mucho esta noche mientras dormías...¿Algo te preocupa?

-No es nada, Alfred. Solo una mala noche. Eso es todo.

Trajo dos platos a la mesa y comenzamos a tomar nuestro desayuno, de nuevo me impresionó la voracidad de Amanda. Como si no hubiese cenado nada la noche anterior. “Efecto del cansancio” pensé “ necesita retomar fuerzas, se la ve exhausta”. Terminamos el desayuno y ayudé a Amanda a recoger los platos y a fregarlos. Una vez limpiados me dio un beso en la mejilla y se fue a limpiar. Me quedé en medio de la cocina, pensando que hacer. Rápidamente subí las escaleras, saqué las llaves de mi camisa y abrí mi despacho. Cuando abrí la puerta mi reacción inmediata fue volverá cerrarla con fuerza. Aquello no podía haber pasado, nadie tenía la llave de mi despacho... nadie.

Respiré profundamente. Abrí la puerta. Miré atónito al suelo... no quedaba nada. Se suponía que debían estar los grabados del espejo... pero no había nada. Imposible. Entré lentamente en mi despacho cerrando tras de mí la puerta... avancé hacia la mesa. Me paré en el centro de la habitación y revise las paredes... nada, ni rastro de las hojas de papel. Caminé hasta mi escritorio. Tuve que sentarme al ver lo que allí había. Pintado en la madera de la mesa había un extraño símbolo. Era una especia de rectángulo en tres dimensiones aunque algo achatado por detrás como si tuviese perspectiva. Vino a mi mente rápidamente y de manera abrumadora el recuerdo de mis sueños. El musgoso pilar. La criatura durmiente. La figura orante. La niebla. La piedra verdosa, el limo... De nuevo la piedra, siempre la piedra... aquello parecía un tosco esquema de aquella horrible roca. Me quedé sentado, observando aquello y un frío gélido me rodeó... ¿Como podía eso haber sido dibujado? “Nadie excepto yo tiene las llaves de la habitación...”

Lentamente me levanté, con el sueño en mi mente. Me tambaleé hacia la puerta y baje en silencio las escaleras. Me asomé al pasillo y vi a Amanda de pie en mitad del salon. Quieta. Mirando las paredes como extrañada. Tenía colgando de una mano el trapo y la otra caía flácida. La observé algunos minutos y no se movió. Parecía perdida. Como si de repente estuviera en un lugar completamente desconocido. Entonces sin previo aviso se puso en marcha otra vez y siguió limpiando la habitación.

Subí lentamente a nuestra habitación y cerré la puerta tras de mí. Me costaba pensar con claridad. Tenía un cúmulo de pensamientos y temores en mi mente. El sueño se me repetía una y otra vez, las preguntas de quién y cómo había entrado en mi habitación se intercalaban además con el extraño comportamiento de mi esposa. Me apoyé contra la puerta. Mire la habitación. Nada, la cama aún desecha. Anduve lentamente hacia el cuarto de baño. Parado frente a la puerta cerrada aspire profundamente. Abrí de sopetón. Por breves instantes me pareció ver un fulgurante reflejo verde en la superficie del espejo. Pero después nada, solo estaba yo reflejado. “Nada tiene sentido, ¿que esta pasando?” Salí corriendo y me senté en la cama. Agarré mi cabeza entre mis manos y traté de tranquilizarme. Imposible. Nada, no lograba echar aquellas locas ideas. Me levante de sopetón y bajé al salón. Allí estaba Amanda limpiando que me saludó al verme. No le hice caso. La miré recelosamente mientras me daba la espalda y tomé la botella de la otra noche. Subí a mi escritorio y me senté frente al dibujo.

Di un largo trago. Directamente de la botella. Miré el dibujo. Aquel frío intenso regresó. Tomé un pañuelo que tenía en un cajón y lo empapé en alcohol. Con él comencé a frotar la superficie de la mesa tratando de limpiar aquello. Después de varios minutos frotando desapareció, aunque no el frío. Di otro trago. Comencé a relajarme un poco, las ideas se mezclaban con el licor. Tomé una pluma y una hoja de papel. Las miré, nada venía a mi mente. Otro trago. Tranquilidad. “Me despertó... ¿Quién?¿Que?¿Como? Joder” Golpeé la mesa. De nuevo un trago. Seguía el frío. Ni siquiera el alcohol acababa con aquella atmósfera helada. La botella parecía estar casi a la mitad, me era difícil verlo. “No importa”pensé “La terminaré. Sin problemas” Otro trago más. Tomé la pluma. Casi sin darme cuenta dibujé el símbolo que acababa de borrar de mi mesa. El símbolo se tambaleaba en el papel. “Dios mio... ¿Qué hago? Dios por favor... dime que hacer” Junte mis manos y miré al techo. Recé, recé como nunca antes había rezado. Esperé unos segundos, no paso nada. “Claro... ¿qué esperaba? ¿que bajase a ayudarme? Nunca lo has hecho y nunca lo harás” Di otro largo trago. Ya quedaba menos de la botella, y menos de mi mente. Miré de nuevo el papel. Aquel símbolo se movía al igual que todo lo demás. Tomé la pluma y me dejé llevar por el alcohol. Comencé a trazar líneas, poco a poco algo tomó forma algo. Seguí dibujando. Seguí y seguí. Pare para dar algún trago más. Finalmente tras algunos minutos de febril dibujo dejé la pluma. Lo que dibujé me dejó pasmado pora algunos segundos. Era la escena de mi sueño... solo que algo diferente. Estaba aquella sombra fofa, la figura humana en posición orante seguía de pie frente a él... pero esta vez, parecía que algo salia de la gran sombra hacía el cuerpo humano. Solo había logrado dibujar una especie de borrón. Nada más.

-Maldito seas. Ni el alcohol te hace desaparecer - Le dije al dibujo

Di el último trago que quedaba en la botella. Ya apenas si podía hilar los pensamientos más banales, sin embargo aquello perduraba... es más parecía amplificado. Resonaba una y otra vez en mi mente, y aquel dibujo me espeluznaba. Me froté los brazos. Hacía frío. Traté de levantarme y caí al suelo. “Demasiado alcohol...” me puse de rodillas y gateé un poco hasta la pared. Trate de ponerme de pie y tras varios intentos lo logré. Abrí la puerta y caminé zigzagueando por el pasillo hasta mi cuarto. Me tumbé en la cama y dejé que el techo se moviera encima mía. Todo daba vueltas. Sentí nauseas y corrí al servicio. Vomité, parte de aquella botella que acababa de beberme. Me despejé un poco. Me apoyé en el lavabo y miré al espejo. Me vi reflejado en él. “Que mala cara” pensé. Levante mi mano izquierda y temerosamente la acerqué al espejo como mi mujer hizo la noche anterior. Cuando toqué la superficie di un respingo. Estaba helada. Apoyé la palma completamente en él y seguí mirandome.

-¿Qué nos estás haciendo? -Pregunté al espejo- Desde que llegaste... todo... todo ha cambiado.

Mientras me miraba repasé los últimos días, la llegada del espejo, los sueños, la actitud lejana de Amanda... Entonces recordé algo. El día que vino el espejo a casa me pareció ver un reflejo verde en él, al igual que la otra noche.

-¿Qué es eso verde espejito?

Nada. No respondió. Cuando quité la mano de la superficie noté algo en el reflejo. Miré fijamente. Mi reflejo se había emborronado, como si estuviese entre la niebla. Acerqué un poco el rostro a la superficie tratando de ver si era vaho lo que lo empañaba. Cuando mi rostro estuvo a escasos dos palmos del espejo lo vi. No era vaho, era niebla. Había niebla dentro del espejo, y no solo eso... Todo lo de alrededor había desaparecido y solo había oscuridad . Eché la cabeza hacía atrás asustado y entonces lo oí. Aquel ronquido. Otra vez. Por toda la casa, o eso me parecía. Miré hacia todos lados aterrorizado y me topé con mi propia mirada en el espejo... pero no era yo. Era alguien diferente. Desde la brumosa superficie del espejo no eran mis ojos los que me miraban. Eran unos ojos asustados que me resultaban muy familiares. Me toqué la cara, pero el reflejo en el espejo no se movió. No era mi reflejo, era otra persona. Alguien diferente. Me acerqué un poco. El ronquido continuaba. La figura del espejo parecía inquieta, movía los brazos y la cabeza. Había demasiada niebla, no podía verla bien. La figura puso su mano en la superficie del espejo. Levanté la mía y la miré, lentamente la acerqué al espejo. Cuando casi rozaba su mano una voz del pasó me sobresaltó.

-Alfred. ¿Que haces? Me pareció oírte vomitar... ¿estas bien? Pareces enfermo.

-¿Qué? Eh... no nada Amanda... no es nada...

-¿Has bebido? ¿Tan temprano? Por Dios Al ¿que sucede?

- Vete... Dejame... ¡MARCHATE! - Grité furioso.

Amanda no contestó y se marchó lentamente sin siquiera mirarme. Me quedé mirando a la puerta y empecé a sollozar con la cabeza entre mis manos. Seguí sollozando durante varios minutos, las lágrimas salían y salían sin parar. Sentado en el suelo con la espalda en la pared comencé a tranquilizarme. Lentamente el llanto paró y mi corazón se fue tranquilizando. Finalmente quedé en silencio y mirando el espejo. Mi mente se fue aclarando, las ideas volvieron a mi cabeza y de manera ordenada. Poco a poco me fui poniendo en pie con la mano en la pared.

Apenas si podía mantenerme de pie y tuve que poner ambas manos en la pared. Parpadeé fuertemente un par de veces y suspiré. “Tranquilizate” me dije a mi mismo “camina hasta la cama, venga”. Comencé a dar un paso detrás de otro en dirección a la puerta del baño. De repente todo se empezó a mover y me sentí desfallecer. Rápidamente mientras todo el mundo se bamboleaba a mi alrededor corrí hasta la cama y me tumbé boca arriba. El techó no se estaba quieto, se movía en círculos a mi alrededor y repentinamente una voz resonó en mi cabeza: “Ella me despertó... me liberó...”.

-Dejame, dejame, dejame, dejame... Atrás- Dije mientras sujetaba mi cabeza con ambas manos y cerraba fuertemente los ojos.

Poco a poco todo se fue quedando quieto y un sopor, por la bebida seguramente, me invadió. El techo fue quedandose parado y las cosas dejaron de moverse. Todo empezó a oscurecerse y finalmente quedé dormido.

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