Vino del otro lado (4)

Desperté. No sabía cuanto había pasado, solo sabía que tenía que correr al baño. Corrí me postré de rodillas frente al retrete y comencé a vomitar. Cuando creí haber parado, unas nauseas terribles me invadieron y volví a vomitar. Limpié mi boca y me levanté. Ya más despejado después de purgar mi cuerpo con el vómito. Me tambaleé hacía la cama de nuevo y me senté en el borde. Miré el reloj “ Solo he dormido una hora” pensé “la comida debe de estar casi preparada”. Me levanté. Miré a mi alrededor y me asomé al baño. Me eché agua en la cara para despejarme un poco y aún débil y titubeante salí del cuarto. Entonces me pareció que estaba realmente polvoriento...

Asomé la cabeza por las escaleras y no vi a Amanda. Bajé. Cada escalón me costaba la misma vida. Una vez en el pasillo me dirigí a la cocina. Allí estaba, cocinando. Me acerqué despacio y me senté en una silla. La miré mientras se movía de aquí para allá. No nos hablamos. Después de unos minutos la comida estaba servida. Comimos casi sin mirarnos y nada salió de nuestras bocas. Apenas si pude probar la comida, en cambio ella comió copiosamente. “Que raro” pensé “Amanda nunca ha sido de comer demasiado...”


Terminé la comida y dejé el plato en la mesa. Fui al salón y me senté en uno de los sofás. Miré toda la habitación, había un ambiente cargado, como si no se hubiesen abierto las ventanas en mucho tiempo. Caminé hasta las que había en la habitación y vi que estaban sucios. “Vaya... juraría haberla visto limpiando...” Anduve hasta las estanterías y pasé el dedo. Polvo. Parecía que hacía unos días que no limpiaban. Fui hasta la otra habitación y pasé el dedo por varios muebles. Lo mismo, polvo. “¿No ha limpiado? Que raro” pensé y me asomé al pasillo. Pude verla en la cocina sentada mirando la mesa, durante un par de minutos no se movió para nada. “¿Qué está pasando aquí?”

Subí las escaleras sigilosamente. Una vez en el pasillo entré en mi despacho. Allí seguía la botella vacía y aquel condenado dibujo. Me acerqué a comprobarlo. Sentí escalofríos al repasar lo que había dibujado. Lo dejé sobre la mesa. Me senté. Entrelacé las manos y las puse en la mesa. Me quedé pensativo largo rato. “ ¿Qué hago? ¿Que hago?” Pensé y pensé. Repasé los últimos días cientos de veces tratando de encontrar algo. Nada. Ni idea de que podía ser lo que estaba pasando. Todo se había ido al traste. Nada era como antes. El espejo lo había cambiado todo. El espejo... el espejo... eso. Tenía que ser eso. Desde que aquella piedra del infierno llegó a casa todo había cambiado. Si... eso era... eso había destrozado mi vida. Su vida. Nuestras vidas. Tenía que terminar con ello. Acabar con aquel Ser. Amanda ya no era Amanda... había cambiado. El espejo la había cambiado en algo... algo... diferente... Ya no era Amanda era otra cosa. Pasé las horas sentado, mirando por la ventana. Aterrado.

Llegó la noche. La voz serena y sin sentimiento de Amanda sonó en mi despacho avisandome para la cena. Salí y cerré la puerta. Bajé las escaleras tranquilo. En la cocina me esperaba Amanda sentada con los platos sobre la mesa. Cuando me senté no me dirigió la palabra. Parecía ida con la mirada perdida, tan solo comía. Yo no probé bocado, solo de pensar en lo que podría suceder me entraban arcadas. Aparté el plato y me quedé en silencio. Amanda comía y comía, sin decir una sola palabra. “Dios... sigue siendo hermosa” saqué aquella idea de mi mente “ No es ella, ya no es Amanda... es... algo más”. Terminó la comida y subimos juntos las escaleras en dirección a la habitación. Comencé a quitarme la ropa mientras ella se desvestía en el cuarto de baño. Una vez con el camisón puesto se quedó mirandose en el espejo. Cuando yo me tumbé en la cama ella seguía mirandose en el espejo. Entonces lo vi. Una leve luz verdosa y algo parecido a una sombra pareció salir de Amanda. Un frío intenso recorrió todo mi cuerpo. “Dios...Dios... Dios... perdoname...” pensaba mientras Amanda se tumbaba en la cama.

Esperé unos minutos con los ojos cerrados. No mucho después la noté dormirse a mi lado. Su respiración se volvió más tenue, abrí los ojos y la miré. Estaba medio tapada y bajo la manta su cuerpo se movía con cada respiración. “Como el ser de mis sueños” pensé “ se mueve con cada ronquido de ese ser... seguro...Dios... perdoname” Para asegurarme esperé casi una hora. No me dormí, ni siquiera noté cierto sopor. No podría haberme dormido aunque hubiese querido... en el sueño me esperaba aquel Ser. Me levanté cuando creí que no lo notaría.


Entonces salí de la habitación sigilosamente. Abrí mi despacho. Encendí la luz. Sobre la mesa seguía mi dibujo y la botella vacía. No lo miré, sabía perfectamente lo que había en él y lo que había en Amanda. Me senté y abrí el último cajón del escritorio, tuve que usar una pequeña llave que estaba con las demás. Ahí estaba. La había comprado largo tiempo atrás. Nunca la había usado. Saqué la caja de madera, era muy bonita. Dentro estaba la solución. El revolver brilló a la luz de la luna y cada bala dio un par de destellos. Lo cogí. Pesaba. Pesaba más de lo que pensaba. Después de un par de intentos logré abrir el tambor. Seis huecos. Seis balas... no necesitaría tantas. Las metí una a una. Cerré. Deje el revolver sobre la mesa. Entrelacé las manos y me las puse en los labios. Recé. No solía rezar y sin embargo era la segunda vez que lo hacía en apenas unas horas. Pero recé y no recé a Dios o a Alá... simplemente recé. Necesitaba fuerzas contra esto. No sé cuanto tiempo pasó. Simplemente llegado el momento me levanté. Tomé el revolver con mi mano derecha. La misma mano de la pluma. “Pluma y espada” pensé “Ojalá no hubiese espada”. Caminé lentamente hacía la puerta. El revolver pesaba. Tiraba de mí. Pero tenía que resistir. Tenía que acabar con Ello. Salí del despacho. No cerré la puerta.

Entré en nuestra habitación. Estaba allí dormida. Se había destapado más y su figura se movía en la penumbra. “Parece ella.... parece... normal” pensé mientras caminaba y me ponía frente a mi esposa. Miré alrededor, del cuarto de baño surgía un tenue luz verde casi imperceptible. “No, no es ella. Es ese Ser, es el verde... es... ella es... ella no es Amanda” Levante el revolver. Me quedé así un tiempo, no sabría decir cuanto. Me costaba mantener el revolver en alto. “Dios... perdoname... perdonadme.... Amanda.... perdoname. Te quiero”

El estruendo del revolver en la oscuridad resonó por toda la casa, el segundo estruendo fue imperceptible. El cuerpo de Amanda convulsionó un par de veces antes de quedarse quieto. Unas manchas oscuras cubrieron su vestido. De repente una fuerte luz verde salió del cuarto de baño e iluminó toda la sala. La habitación olía a pólvora. A pólvora y muerte. “Lo siento...” las lagrimas no paraban. Corrí al cuarto de baño. No dirigí la vista hacia Amanda.

Me quedé frente al espejo. La superficie estaba verde. Ya no era un verde tenue y apenas imperceptible. Era un color claro y brillante. La superficie se movía como si fuera agua. Algo se movía dentro de él. Alcé le revolver. Apreté el gatillo. Antes de que la bala impactara algo salió del espejo. Una sombra oscura se abalanzó sobre mí. El espejo se rompió. Se hizo añicos. Había cristales por toda la habitación. “Dios... se acabó” pensé “Se acabó”. Repentinamente noté algo en mi cabeza . “La mataste... ella me despertó y tu la mataste...”

-¡Sal de mi cabeza! - Grité- ¡Sal!

- No saldré jamás. Ella me despertó... yo te dormiré... como a ella...

-No, no, no, no... Dejame. Dejame en paz.

-No...


Comenzó a dolerme la cabeza. Todo se movió alrededor mía, estuve a punto de desfallecer. Los trozos de cristal parecieron brillar. Se movían. No reflejaban nada, solo oscuridad. Estaban completamente en negro. Las punzadas continuaron. Parecía que me iba a estallar la cabeza. Dolía. “Sal... sal de mi cabeza... sal... Te lo ordeno... ¡Sal!”. Me llevé las manos a la cabeza. Me zarandeé a mi mismo. Quería sacarlo de allí. No quería ser Eso... no quería que estuviese dentro de mi... “Sal... Dios sacalo... sal... ¡Fuera!”. De repente las agujas de dolor pararon. Todo paró. Los cristales dejaron de moverse y los trozos de espejo me reflejaban. Allí. De pie. En mitad del cuarto de baño. Sin dolor. “ No se ha ido... sigue aquí... lo noto... esta dentro de mí... quiere salir...”pensé “ no aguantaré demasiado... es muy... es... fuerte... Amanda.... Jamás se irá, vino y se quedará... no se ira....”.

El metal estaba helado en mi mano, pesaba tremendamente y tiraba de mí hacia el suelo. Caí de rodillas y noté las agudas aristas cristalinas arañándome. Miré alrededor, la habitación estaba en penumbra y una capa de polvo cubría todos los muebles, de fondo una rata caminaba por la pared. Sentía una fuerte opresión dentro de mí, una sensación que oscurecía mi alma y que había estado comiéndome por dentro desde hacía días. Frente a mí, un espejo roto. Yo lo había roto, yo había acabado con él y con él esperaba que desapareciera la sensación...y aquel ser. Pero no, la sensación seguía dentro de mí y algo me decía que ese ser no se había marchado aún y que seguía aquí...observando. Frente a mí, un espejo roto. Nada más, los cristales cubrían todo el suelo, y en la pared justo en el centro del espejo, un agujero de bala. El revólver pesaba en mi mano y mi corazón pesaba en mi pecho. La sensación que quería eliminar no se había ido... y posiblemente el Ser tampoco... él ha estado siempre allí y ninguna bala terminaría con él ni con el sufrimiento que causa. Los cristales rotos no me devolverán mi vida. “Nada me devolverá mi vida... Él ha despertado... ella lo despertó... no se irá...jamás” pensé.

Allí de rodillas, con los cristales clavandoseme lo vi. No quedaba otra solución. “ No tienes donde ir” me dije a mi mismo “Ella te despertó... yo te dormiré”. Levanté la mano. Giré el revolver hacía mi sien. Pesaba mucho. Apenas podía mantenerlo en alto. “Él vino... vino y estuvo siempre allí...en ella... y ahora... en mí. El llegó para quedarse... vino del otro lado” Apreté el gatillo. Estruendo. Oscuridad...



PD: Con esta entrada termina el relato. En breve comenzaré a postear un nuevo relato. Espero que hayan disfrutado con él tanto como yo disfruté al escribirlo.

Vino del otro lado (3)

Una gran claridad me despertó. Abrí los ojos asustados y vi que Amanda estaba descorriendo las cortinas de la habitación y un brillante rayo de luz solar caía directamente sobre mí. Me desperecé y salí de la cama lentamente. Amanda sin decirme nada salió de la habitación y bajó por las escaleras. Me quedé un buen rato sentado en la cama sin mirar nada en concreto, aún despertandome. Finalmente fui al baño a asearme y a vestirme. Me fijé en el espejo. Parecía aún más verde que nunca, mientras me miraba en el espejo tuve un pequeño desfallecimiento y por unos segundos se me nubló la vista. Sacudí mi cabeza y salí del cuarto, bajé las escaleras y me senté a la mesa.

- ¿Como te encuentras querida? - Pregunté mientras la miraba preparar el desayuno.

- Bien... - Parecía algo cansada y tenía unas pequeñas ojeras- Me siento cansada, supongo que no habré dormido bien. ¿Y tu?

- Bien, bien cariño... ¿porque no descansas si te encuentras mal? Te has movido mucho esta noche mientras dormías...¿Algo te preocupa?

-No es nada, Alfred. Solo una mala noche. Eso es todo.

Trajo dos platos a la mesa y comenzamos a tomar nuestro desayuno, de nuevo me impresionó la voracidad de Amanda. Como si no hubiese cenado nada la noche anterior. “Efecto del cansancio” pensé “ necesita retomar fuerzas, se la ve exhausta”. Terminamos el desayuno y ayudé a Amanda a recoger los platos y a fregarlos. Una vez limpiados me dio un beso en la mejilla y se fue a limpiar. Me quedé en medio de la cocina, pensando que hacer. Rápidamente subí las escaleras, saqué las llaves de mi camisa y abrí mi despacho. Cuando abrí la puerta mi reacción inmediata fue volverá cerrarla con fuerza. Aquello no podía haber pasado, nadie tenía la llave de mi despacho... nadie.

Respiré profundamente. Abrí la puerta. Miré atónito al suelo... no quedaba nada. Se suponía que debían estar los grabados del espejo... pero no había nada. Imposible. Entré lentamente en mi despacho cerrando tras de mí la puerta... avancé hacia la mesa. Me paré en el centro de la habitación y revise las paredes... nada, ni rastro de las hojas de papel. Caminé hasta mi escritorio. Tuve que sentarme al ver lo que allí había. Pintado en la madera de la mesa había un extraño símbolo. Era una especia de rectángulo en tres dimensiones aunque algo achatado por detrás como si tuviese perspectiva. Vino a mi mente rápidamente y de manera abrumadora el recuerdo de mis sueños. El musgoso pilar. La criatura durmiente. La figura orante. La niebla. La piedra verdosa, el limo... De nuevo la piedra, siempre la piedra... aquello parecía un tosco esquema de aquella horrible roca. Me quedé sentado, observando aquello y un frío gélido me rodeó... ¿Como podía eso haber sido dibujado? “Nadie excepto yo tiene las llaves de la habitación...”

Lentamente me levanté, con el sueño en mi mente. Me tambaleé hacia la puerta y baje en silencio las escaleras. Me asomé al pasillo y vi a Amanda de pie en mitad del salon. Quieta. Mirando las paredes como extrañada. Tenía colgando de una mano el trapo y la otra caía flácida. La observé algunos minutos y no se movió. Parecía perdida. Como si de repente estuviera en un lugar completamente desconocido. Entonces sin previo aviso se puso en marcha otra vez y siguió limpiando la habitación.

Subí lentamente a nuestra habitación y cerré la puerta tras de mí. Me costaba pensar con claridad. Tenía un cúmulo de pensamientos y temores en mi mente. El sueño se me repetía una y otra vez, las preguntas de quién y cómo había entrado en mi habitación se intercalaban además con el extraño comportamiento de mi esposa. Me apoyé contra la puerta. Mire la habitación. Nada, la cama aún desecha. Anduve lentamente hacia el cuarto de baño. Parado frente a la puerta cerrada aspire profundamente. Abrí de sopetón. Por breves instantes me pareció ver un fulgurante reflejo verde en la superficie del espejo. Pero después nada, solo estaba yo reflejado. “Nada tiene sentido, ¿que esta pasando?” Salí corriendo y me senté en la cama. Agarré mi cabeza entre mis manos y traté de tranquilizarme. Imposible. Nada, no lograba echar aquellas locas ideas. Me levante de sopetón y bajé al salón. Allí estaba Amanda limpiando que me saludó al verme. No le hice caso. La miré recelosamente mientras me daba la espalda y tomé la botella de la otra noche. Subí a mi escritorio y me senté frente al dibujo.

Di un largo trago. Directamente de la botella. Miré el dibujo. Aquel frío intenso regresó. Tomé un pañuelo que tenía en un cajón y lo empapé en alcohol. Con él comencé a frotar la superficie de la mesa tratando de limpiar aquello. Después de varios minutos frotando desapareció, aunque no el frío. Di otro trago. Comencé a relajarme un poco, las ideas se mezclaban con el licor. Tomé una pluma y una hoja de papel. Las miré, nada venía a mi mente. Otro trago. Tranquilidad. “Me despertó... ¿Quién?¿Que?¿Como? Joder” Golpeé la mesa. De nuevo un trago. Seguía el frío. Ni siquiera el alcohol acababa con aquella atmósfera helada. La botella parecía estar casi a la mitad, me era difícil verlo. “No importa”pensé “La terminaré. Sin problemas” Otro trago más. Tomé la pluma. Casi sin darme cuenta dibujé el símbolo que acababa de borrar de mi mesa. El símbolo se tambaleaba en el papel. “Dios mio... ¿Qué hago? Dios por favor... dime que hacer” Junte mis manos y miré al techo. Recé, recé como nunca antes había rezado. Esperé unos segundos, no paso nada. “Claro... ¿qué esperaba? ¿que bajase a ayudarme? Nunca lo has hecho y nunca lo harás” Di otro largo trago. Ya quedaba menos de la botella, y menos de mi mente. Miré de nuevo el papel. Aquel símbolo se movía al igual que todo lo demás. Tomé la pluma y me dejé llevar por el alcohol. Comencé a trazar líneas, poco a poco algo tomó forma algo. Seguí dibujando. Seguí y seguí. Pare para dar algún trago más. Finalmente tras algunos minutos de febril dibujo dejé la pluma. Lo que dibujé me dejó pasmado pora algunos segundos. Era la escena de mi sueño... solo que algo diferente. Estaba aquella sombra fofa, la figura humana en posición orante seguía de pie frente a él... pero esta vez, parecía que algo salia de la gran sombra hacía el cuerpo humano. Solo había logrado dibujar una especie de borrón. Nada más.

-Maldito seas. Ni el alcohol te hace desaparecer - Le dije al dibujo

Di el último trago que quedaba en la botella. Ya apenas si podía hilar los pensamientos más banales, sin embargo aquello perduraba... es más parecía amplificado. Resonaba una y otra vez en mi mente, y aquel dibujo me espeluznaba. Me froté los brazos. Hacía frío. Traté de levantarme y caí al suelo. “Demasiado alcohol...” me puse de rodillas y gateé un poco hasta la pared. Trate de ponerme de pie y tras varios intentos lo logré. Abrí la puerta y caminé zigzagueando por el pasillo hasta mi cuarto. Me tumbé en la cama y dejé que el techo se moviera encima mía. Todo daba vueltas. Sentí nauseas y corrí al servicio. Vomité, parte de aquella botella que acababa de beberme. Me despejé un poco. Me apoyé en el lavabo y miré al espejo. Me vi reflejado en él. “Que mala cara” pensé. Levante mi mano izquierda y temerosamente la acerqué al espejo como mi mujer hizo la noche anterior. Cuando toqué la superficie di un respingo. Estaba helada. Apoyé la palma completamente en él y seguí mirandome.

-¿Qué nos estás haciendo? -Pregunté al espejo- Desde que llegaste... todo... todo ha cambiado.

Mientras me miraba repasé los últimos días, la llegada del espejo, los sueños, la actitud lejana de Amanda... Entonces recordé algo. El día que vino el espejo a casa me pareció ver un reflejo verde en él, al igual que la otra noche.

-¿Qué es eso verde espejito?

Nada. No respondió. Cuando quité la mano de la superficie noté algo en el reflejo. Miré fijamente. Mi reflejo se había emborronado, como si estuviese entre la niebla. Acerqué un poco el rostro a la superficie tratando de ver si era vaho lo que lo empañaba. Cuando mi rostro estuvo a escasos dos palmos del espejo lo vi. No era vaho, era niebla. Había niebla dentro del espejo, y no solo eso... Todo lo de alrededor había desaparecido y solo había oscuridad . Eché la cabeza hacía atrás asustado y entonces lo oí. Aquel ronquido. Otra vez. Por toda la casa, o eso me parecía. Miré hacia todos lados aterrorizado y me topé con mi propia mirada en el espejo... pero no era yo. Era alguien diferente. Desde la brumosa superficie del espejo no eran mis ojos los que me miraban. Eran unos ojos asustados que me resultaban muy familiares. Me toqué la cara, pero el reflejo en el espejo no se movió. No era mi reflejo, era otra persona. Alguien diferente. Me acerqué un poco. El ronquido continuaba. La figura del espejo parecía inquieta, movía los brazos y la cabeza. Había demasiada niebla, no podía verla bien. La figura puso su mano en la superficie del espejo. Levanté la mía y la miré, lentamente la acerqué al espejo. Cuando casi rozaba su mano una voz del pasó me sobresaltó.

-Alfred. ¿Que haces? Me pareció oírte vomitar... ¿estas bien? Pareces enfermo.

-¿Qué? Eh... no nada Amanda... no es nada...

-¿Has bebido? ¿Tan temprano? Por Dios Al ¿que sucede?

- Vete... Dejame... ¡MARCHATE! - Grité furioso.

Amanda no contestó y se marchó lentamente sin siquiera mirarme. Me quedé mirando a la puerta y empecé a sollozar con la cabeza entre mis manos. Seguí sollozando durante varios minutos, las lágrimas salían y salían sin parar. Sentado en el suelo con la espalda en la pared comencé a tranquilizarme. Lentamente el llanto paró y mi corazón se fue tranquilizando. Finalmente quedé en silencio y mirando el espejo. Mi mente se fue aclarando, las ideas volvieron a mi cabeza y de manera ordenada. Poco a poco me fui poniendo en pie con la mano en la pared.

Apenas si podía mantenerme de pie y tuve que poner ambas manos en la pared. Parpadeé fuertemente un par de veces y suspiré. “Tranquilizate” me dije a mi mismo “camina hasta la cama, venga”. Comencé a dar un paso detrás de otro en dirección a la puerta del baño. De repente todo se empezó a mover y me sentí desfallecer. Rápidamente mientras todo el mundo se bamboleaba a mi alrededor corrí hasta la cama y me tumbé boca arriba. El techó no se estaba quieto, se movía en círculos a mi alrededor y repentinamente una voz resonó en mi cabeza: “Ella me despertó... me liberó...”.

-Dejame, dejame, dejame, dejame... Atrás- Dije mientras sujetaba mi cabeza con ambas manos y cerraba fuertemente los ojos.

Poco a poco todo se fue quedando quieto y un sopor, por la bebida seguramente, me invadió. El techo fue quedandose parado y las cosas dejaron de moverse. Todo empezó a oscurecerse y finalmente quedé dormido.