Vino del otro lado...


El metal estaba helado en mi mano, pesaba tremendamente y tiraba de mí hacia el suelo. Caí de rodillas y noté las agudas aristas cristalinas arañándome. Miré alrededor, la habitación estaba en penumbra y una capa de polvo cubría todos los muebles, de fondo una rata caminaba por la pared. Sentía una fuerte opresión dentro de mí, una sensación que oscurecía mi alma y que había estado comiéndome por dentro desde hacía días. Frente a mí, un espejo roto. Yo lo había roto, yo había acabado con él y con él esperaba que desapareciera la sensación...y aquel ser. Pero no, la sensación seguía dentro de mí y algo me decía que ese ser no se había marchado aún y que seguía aquí...observando. Frente a mí, un espejo roto. Nada más, los cristales cubrían todo el suelo, y en la pared justo en el centro del espejo, un agujero de bala. El revólver pesaba en mi mano y mi corazón pesaba en mi pecho. La sensación que quería eliminar no se había ido... y posiblemente el Ser tampoco... él ha estado siempre allí y ninguna bala terminaría con él ni con el sufrimiento que causa. Los cristales rotos no me devolverán mi vida...




Amanda llegó un día de verano radiante, traía dos jóvenes porteadores con ella que cargaban un pesado objeto a sus espaldas. La vi llegar por la ventana mientras trataba de sacar algunas palabras coherentes a mi pluma. La oí entrar en la casa y decirle a los jovenes donde colocar aquel objeto. Por la ventana llegaron además el sonido de coches de caballo y algún que otro rugido de motor esporádico, esos sonidos me ayudaban a escribir, por eso situé mi despacho allí. Frente a mí un folio escrito con una perfecta caligrafía y completamente ordenado, cuando trabajaba me gustaba tener todo bajo un perfecto control y orden eso ayudaba a mantener ordenada mi mente también. Un fuerte sonido llegó de escaleras abajo y un grito de Amanda desveló que no habían tratado demasiado bien el fardo. La escuché echando a los chavales de casa y los vi irse por la ventana. Poco después tenía a Amanda en el umbral de mi puerta mirándome.

- ¿Trabajas?- Preguntó en un tono bajo de voz, queriendo no molestarme. Tarde, ya lo había hecho - ¿Me marcho?

- Tranquila. Tenía pensado parar en breve. ¿Qué es eso que has traído? No estamos como para tener muchos gastos... vienen tiempos difíciles.

-No te preocupes Alfred, lo compré en un anticuario del centro. Lo vi... y me llamó la atención muchísimo y no pude evitar comprarlo. El anciano que lleva la tienda, un señor algo excéntrico, me dijo que se lo habían traído de más allá del Océano. Que un navío portugués lo había encontrado en una isla y recientemente se lo había comprado. No es precisamente nuevo...

-Pero, mujer, dime ya que es por Dios Parecía pesado y delicado por el modo en el que gritaste a esos pobres.

-Es un espejo, lo pondremos en el aseo de aquí arriba. La verdad, es algo tosco, pero bonito. Ven baja a verlo.

Salimos de mi despacho y antes de cerrar la puerta tras de mí eché la llave como hacía siempre. Allí estaban todos mis escritos y no dejaba que nadie entrara ni siquiera Amanda podía entrar sin mí. Guardé la llave en el bolsillo de mi camisa y bajé las escaleras.

Allí en medio del pasillo estaba el fardo que había visto por la ventana, estaba cubierto por una sábana blanca que dejaba entrever su forma. Mi esposa quitó la sabana enérgicamente con una sonrisa en su rostro.

No pude evitar dar un respingo y echarme un paso hacia atrás, lo que tenía frente a mi no era precisamente...hermoso como había dicho mi mujer. Era un espejo. Un gran espejo de cuerpo entero. No tenía una estructura de madera, ni nada que lo hiciera girar como tenían todos los espejos. Este estaba incrustado en un bloque pétreo tallado con figuras extrañas e inquietantes.

Me veía reflejado en él, mi corto pelo de negro azabache y mis pequeñas gafas para trabajar, el traje marrón que llevaba estaba muy arrugado por el uso. Parecía un espejo normal, sin embargo sentía algo extraño mirándome en él, Amanda por otro lado se contoneaba frente al espejo dando vueltas sobre sí misma agarrándose el vestido con sus rizos dorados al viento y una gran sonrisa en la cara. Me acerqué lentamente al espejo para poder ver aquellas figuras grabadas en la dura piedra. Toqué temerosamente los relieves, estaban fríos, muy fríos. Grabados en la piedra había un tipo de escritura que desconocía, cada letra en un trazo largo y pegado al siguiente. Intercalados con esa extraña escritura había unas toscas figuras talladas. Ahora que miraba de cerca la piedra había algo en ella que daba a las figuras cierta vida.... tenían un cierto color verdoso que cambiaba de tonalidad con la posición desde done la mirases. A simple vista las figuras parecían representar a humanos en escenas de la vida cotidiana, parecían cazar, rezar a un dios de forma antropomórfica y algunas otras actividades que no conseguía identificar.

Di la vuelta a la roca tallada, por detrás seguía habiendo figuras grabadas y el espejo. Terminé de rodearlo y vi a Amanda parada, con el semblante serio y mirando su propio reflejo como si algo la turbara por dentro.

-¿Sucede algo Amanda?

-Nada- Dijo dando un respingo como si la acabase de despertar de un sueño- Nada.... solo...solo me había parecido verme alguna arruga más, nada importante.

- Bueno, ¿quién va a subir esto?

- Mañana vendrán los dos muchachos de la tienda a subirlo, hoy tenían que irse porque debían entregar otro mueble antes de finalizar la jornada.

- De acuerdo, ahora, subiré a tratar de escribir algo más. Mientras tanto deberías ir preparando la cena, ya va siendo hora.

Subí lentamente las escaleras mirando de refilón a aquél nuevo mueble, si se le podía llamar así, de mi casa. Mientras pasaba de un escalón a otro me pareció ver un reflejo verdoso en la superficie del espejo. Sacudí la cabeza de un lado a otro para despejarme un poco y saqué las llaves de mi bolsillo.

Abrí la puerta y cerré lentamente, me dirigí a mi escribanía y me senté. Miré de nuevo a la hoja de papel que descansaba sobre la madera, agarré la pluma y la mojé en tinta. Me quedé mirando por la ventana esperando que llegara algo a mi cabeza, de repente me vino la inspiración. Comencé a escribir rápidamente pero tranquilamente con cuidado de no dejar ninguna mancha de tinta sobre la hoja. Después de algunos minutos de frenética escritura dejé de la pluma a un lado y miré el papel. Di un respingo al leer lo que había escrito en mi frenesí de tinta y letras. Era un desastre, todo desordenado, las palabras se unían unas con otras y no seguían mi esquema de escritura, los renglones se cruzaban y por el margen había escrito números y pequeños dibujos de piedras con surcos en ellas. No decía nada coherente y la mayoría de las palabras parecían inventadas. Cogí violentamente el papel e hice una bola con él y la apreté con fuerza. Guardé la pluma en su sitio y bajé la persiana de mi escritorio. “Estoy cansado, nada más, ha sido un lapsus he estado toda la tarde trabajando... si eso, solo un lapsus” Salí y cerré con llave. “Vaya ya han pasado veinte minutos, la cena debe de estar ya servida”

Bajé rápidamente las escaleras y me paré a mirarme en el espejo. “La verdad... me sienta estupendamente este traje” di un par de vueltas sobre mí mismo tal y como hiciera mi mujer apenas media hora atrás y continué hasta la cocina. Amanda estaba terminando de poner la mesa, me acerqué al fuego y arrojé sin ningún miramiento el caótico folio. Me senté en la mesa y hojeé un poco el periódico, nada interesante, sigue subiendo el número de parados y la economía va a pique... “Estamos locos, primero una guerra en Europa... ya hora... esto, la bolsa más que bolsa es un enfermo convaleciente...”

-Aquí tienes Alfred- Dijo Amanda tendiéndome un plato con un filete en él.

-Gracias cariño. ¿Has hecho algo hoy con la señor Thompson?

-Sí, bajamos al centro y estuvimos mirando tiendas. No puedes creer el lío que hay en la ciudad, todo el mundo habla de la Bolsa y de su caída.... Cada vez hay más gente sin empleo por lo visto... la verdad que hemos visto más de un vagabundo hoy. Después de un par de horas caminando encontré la pequeña tienda donde compré el espejo, la pobre señora Thompson no se atrevió a entrar...pero yo no pude evitarlo, necesitaba comprarlo y menos mal que estaba a un buen precio, sino me hubiera dejado un buen dinero en él - Soltó un par de carcajadas y bebió un poco de agua- Creo que ahora entiendo a mi hermana cuando tenía esos antojos de embaraza, algo dentro de mí me obligó a comprarlo.

La conversación pasó a temas más anodinos y no tienen importancia ahora mismo. Terminamos la cena y nos fuimos a acostar no sin antes pararnos los dos en el espejo y darnos un beso, solo para ver qué tal se veía en él. Tapamos el espejo con la sabana y nos acostamos. Extrañamente no pude dejar de pensar en la piedra que tenía debajo de mí, y algo me decía que Amanda estaba exactamente igual que yo...

Desperté en mitad de la noche, extendí el brazo esperando encontrar la figura d Amanda acostada a mi lado en las sombras. Pero no estaba. Agudicé el oído esperando oírla en el cuarto de baño, pero de la oscura habitación no venía ningún sonido. Me quedé en silencio, esperando su llegada, pero algo en mi interior me decía que iba a tardar todavía un rato y muy dentro de mí sabía dónde estaba. Tras algunos minutos de espera en la noche la vi llegar, vino del pasillo y en completo silencio. Caminando hacía la cama noté algo en su mirada, algo que me heló el alma. Se acostó tapándose con el cálido edredón y a los pocos segundos la noté dormir. Pero yo aún tarde un tiempo en dormirme, no podía sacarme de la cabeza aquella extraña mirada suya ni la idea de que había estado mirándose al espejo.





Esta es el primer corte hecho al relato que da nombre al blog, el relato en sí no está dividido en capitulos, esta es una división que he hecho para publicarlo aquí por partes. Espero disfruten.

4 comentarios:

  1. Buen relato, si señor. Me gusta, aunque hasta que no lo lea entero no se que decir. De momento te voy a indicar las cosas que me han rechinado un poco:

    La expresión "ya va siendo hora" que usa el protagonista cuando manda a su mujer ha hacer la cena, se me antoja muy moderna. Creo que rompe un poco el ambiente pulp años 20 de tu relato. Y lo mismo pasa con la palabra lapsus que emplea mas adelante.

    Y esto es una errata sin importancia pero hay una frase que pone "la señor Thompson".

    Espero la siguiente parte. ¡Sigue así!

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  2. Correcto! de todas formas ese tipo de cosas cada X tiempo me los releo y los modifico un poco! hata que no se me antoje publicarlos XD puedo cambiarlos!

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  3. Si hombre, lo que pasa (al menos a mi) es que necesito que otra persona corrija mis escritos, por que a mi todo me suena bien.

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  4. Pues quizás seas el ganador de ese puesto! xD

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