Vino del otro lado (4)

Desperté. No sabía cuanto había pasado, solo sabía que tenía que correr al baño. Corrí me postré de rodillas frente al retrete y comencé a vomitar. Cuando creí haber parado, unas nauseas terribles me invadieron y volví a vomitar. Limpié mi boca y me levanté. Ya más despejado después de purgar mi cuerpo con el vómito. Me tambaleé hacía la cama de nuevo y me senté en el borde. Miré el reloj “ Solo he dormido una hora” pensé “la comida debe de estar casi preparada”. Me levanté. Miré a mi alrededor y me asomé al baño. Me eché agua en la cara para despejarme un poco y aún débil y titubeante salí del cuarto. Entonces me pareció que estaba realmente polvoriento...

Asomé la cabeza por las escaleras y no vi a Amanda. Bajé. Cada escalón me costaba la misma vida. Una vez en el pasillo me dirigí a la cocina. Allí estaba, cocinando. Me acerqué despacio y me senté en una silla. La miré mientras se movía de aquí para allá. No nos hablamos. Después de unos minutos la comida estaba servida. Comimos casi sin mirarnos y nada salió de nuestras bocas. Apenas si pude probar la comida, en cambio ella comió copiosamente. “Que raro” pensé “Amanda nunca ha sido de comer demasiado...”


Terminé la comida y dejé el plato en la mesa. Fui al salón y me senté en uno de los sofás. Miré toda la habitación, había un ambiente cargado, como si no se hubiesen abierto las ventanas en mucho tiempo. Caminé hasta las que había en la habitación y vi que estaban sucios. “Vaya... juraría haberla visto limpiando...” Anduve hasta las estanterías y pasé el dedo. Polvo. Parecía que hacía unos días que no limpiaban. Fui hasta la otra habitación y pasé el dedo por varios muebles. Lo mismo, polvo. “¿No ha limpiado? Que raro” pensé y me asomé al pasillo. Pude verla en la cocina sentada mirando la mesa, durante un par de minutos no se movió para nada. “¿Qué está pasando aquí?”

Subí las escaleras sigilosamente. Una vez en el pasillo entré en mi despacho. Allí seguía la botella vacía y aquel condenado dibujo. Me acerqué a comprobarlo. Sentí escalofríos al repasar lo que había dibujado. Lo dejé sobre la mesa. Me senté. Entrelacé las manos y las puse en la mesa. Me quedé pensativo largo rato. “ ¿Qué hago? ¿Que hago?” Pensé y pensé. Repasé los últimos días cientos de veces tratando de encontrar algo. Nada. Ni idea de que podía ser lo que estaba pasando. Todo se había ido al traste. Nada era como antes. El espejo lo había cambiado todo. El espejo... el espejo... eso. Tenía que ser eso. Desde que aquella piedra del infierno llegó a casa todo había cambiado. Si... eso era... eso había destrozado mi vida. Su vida. Nuestras vidas. Tenía que terminar con ello. Acabar con aquel Ser. Amanda ya no era Amanda... había cambiado. El espejo la había cambiado en algo... algo... diferente... Ya no era Amanda era otra cosa. Pasé las horas sentado, mirando por la ventana. Aterrado.

Llegó la noche. La voz serena y sin sentimiento de Amanda sonó en mi despacho avisandome para la cena. Salí y cerré la puerta. Bajé las escaleras tranquilo. En la cocina me esperaba Amanda sentada con los platos sobre la mesa. Cuando me senté no me dirigió la palabra. Parecía ida con la mirada perdida, tan solo comía. Yo no probé bocado, solo de pensar en lo que podría suceder me entraban arcadas. Aparté el plato y me quedé en silencio. Amanda comía y comía, sin decir una sola palabra. “Dios... sigue siendo hermosa” saqué aquella idea de mi mente “ No es ella, ya no es Amanda... es... algo más”. Terminó la comida y subimos juntos las escaleras en dirección a la habitación. Comencé a quitarme la ropa mientras ella se desvestía en el cuarto de baño. Una vez con el camisón puesto se quedó mirandose en el espejo. Cuando yo me tumbé en la cama ella seguía mirandose en el espejo. Entonces lo vi. Una leve luz verdosa y algo parecido a una sombra pareció salir de Amanda. Un frío intenso recorrió todo mi cuerpo. “Dios...Dios... Dios... perdoname...” pensaba mientras Amanda se tumbaba en la cama.

Esperé unos minutos con los ojos cerrados. No mucho después la noté dormirse a mi lado. Su respiración se volvió más tenue, abrí los ojos y la miré. Estaba medio tapada y bajo la manta su cuerpo se movía con cada respiración. “Como el ser de mis sueños” pensé “ se mueve con cada ronquido de ese ser... seguro...Dios... perdoname” Para asegurarme esperé casi una hora. No me dormí, ni siquiera noté cierto sopor. No podría haberme dormido aunque hubiese querido... en el sueño me esperaba aquel Ser. Me levanté cuando creí que no lo notaría.


Entonces salí de la habitación sigilosamente. Abrí mi despacho. Encendí la luz. Sobre la mesa seguía mi dibujo y la botella vacía. No lo miré, sabía perfectamente lo que había en él y lo que había en Amanda. Me senté y abrí el último cajón del escritorio, tuve que usar una pequeña llave que estaba con las demás. Ahí estaba. La había comprado largo tiempo atrás. Nunca la había usado. Saqué la caja de madera, era muy bonita. Dentro estaba la solución. El revolver brilló a la luz de la luna y cada bala dio un par de destellos. Lo cogí. Pesaba. Pesaba más de lo que pensaba. Después de un par de intentos logré abrir el tambor. Seis huecos. Seis balas... no necesitaría tantas. Las metí una a una. Cerré. Deje el revolver sobre la mesa. Entrelacé las manos y me las puse en los labios. Recé. No solía rezar y sin embargo era la segunda vez que lo hacía en apenas unas horas. Pero recé y no recé a Dios o a Alá... simplemente recé. Necesitaba fuerzas contra esto. No sé cuanto tiempo pasó. Simplemente llegado el momento me levanté. Tomé el revolver con mi mano derecha. La misma mano de la pluma. “Pluma y espada” pensé “Ojalá no hubiese espada”. Caminé lentamente hacía la puerta. El revolver pesaba. Tiraba de mí. Pero tenía que resistir. Tenía que acabar con Ello. Salí del despacho. No cerré la puerta.

Entré en nuestra habitación. Estaba allí dormida. Se había destapado más y su figura se movía en la penumbra. “Parece ella.... parece... normal” pensé mientras caminaba y me ponía frente a mi esposa. Miré alrededor, del cuarto de baño surgía un tenue luz verde casi imperceptible. “No, no es ella. Es ese Ser, es el verde... es... ella es... ella no es Amanda” Levante el revolver. Me quedé así un tiempo, no sabría decir cuanto. Me costaba mantener el revolver en alto. “Dios... perdoname... perdonadme.... Amanda.... perdoname. Te quiero”

El estruendo del revolver en la oscuridad resonó por toda la casa, el segundo estruendo fue imperceptible. El cuerpo de Amanda convulsionó un par de veces antes de quedarse quieto. Unas manchas oscuras cubrieron su vestido. De repente una fuerte luz verde salió del cuarto de baño e iluminó toda la sala. La habitación olía a pólvora. A pólvora y muerte. “Lo siento...” las lagrimas no paraban. Corrí al cuarto de baño. No dirigí la vista hacia Amanda.

Me quedé frente al espejo. La superficie estaba verde. Ya no era un verde tenue y apenas imperceptible. Era un color claro y brillante. La superficie se movía como si fuera agua. Algo se movía dentro de él. Alcé le revolver. Apreté el gatillo. Antes de que la bala impactara algo salió del espejo. Una sombra oscura se abalanzó sobre mí. El espejo se rompió. Se hizo añicos. Había cristales por toda la habitación. “Dios... se acabó” pensé “Se acabó”. Repentinamente noté algo en mi cabeza . “La mataste... ella me despertó y tu la mataste...”

-¡Sal de mi cabeza! - Grité- ¡Sal!

- No saldré jamás. Ella me despertó... yo te dormiré... como a ella...

-No, no, no, no... Dejame. Dejame en paz.

-No...


Comenzó a dolerme la cabeza. Todo se movió alrededor mía, estuve a punto de desfallecer. Los trozos de cristal parecieron brillar. Se movían. No reflejaban nada, solo oscuridad. Estaban completamente en negro. Las punzadas continuaron. Parecía que me iba a estallar la cabeza. Dolía. “Sal... sal de mi cabeza... sal... Te lo ordeno... ¡Sal!”. Me llevé las manos a la cabeza. Me zarandeé a mi mismo. Quería sacarlo de allí. No quería ser Eso... no quería que estuviese dentro de mi... “Sal... Dios sacalo... sal... ¡Fuera!”. De repente las agujas de dolor pararon. Todo paró. Los cristales dejaron de moverse y los trozos de espejo me reflejaban. Allí. De pie. En mitad del cuarto de baño. Sin dolor. “ No se ha ido... sigue aquí... lo noto... esta dentro de mí... quiere salir...”pensé “ no aguantaré demasiado... es muy... es... fuerte... Amanda.... Jamás se irá, vino y se quedará... no se ira....”.

El metal estaba helado en mi mano, pesaba tremendamente y tiraba de mí hacia el suelo. Caí de rodillas y noté las agudas aristas cristalinas arañándome. Miré alrededor, la habitación estaba en penumbra y una capa de polvo cubría todos los muebles, de fondo una rata caminaba por la pared. Sentía una fuerte opresión dentro de mí, una sensación que oscurecía mi alma y que había estado comiéndome por dentro desde hacía días. Frente a mí, un espejo roto. Yo lo había roto, yo había acabado con él y con él esperaba que desapareciera la sensación...y aquel ser. Pero no, la sensación seguía dentro de mí y algo me decía que ese ser no se había marchado aún y que seguía aquí...observando. Frente a mí, un espejo roto. Nada más, los cristales cubrían todo el suelo, y en la pared justo en el centro del espejo, un agujero de bala. El revólver pesaba en mi mano y mi corazón pesaba en mi pecho. La sensación que quería eliminar no se había ido... y posiblemente el Ser tampoco... él ha estado siempre allí y ninguna bala terminaría con él ni con el sufrimiento que causa. Los cristales rotos no me devolverán mi vida. “Nada me devolverá mi vida... Él ha despertado... ella lo despertó... no se irá...jamás” pensé.

Allí de rodillas, con los cristales clavandoseme lo vi. No quedaba otra solución. “ No tienes donde ir” me dije a mi mismo “Ella te despertó... yo te dormiré”. Levanté la mano. Giré el revolver hacía mi sien. Pesaba mucho. Apenas podía mantenerlo en alto. “Él vino... vino y estuvo siempre allí...en ella... y ahora... en mí. El llegó para quedarse... vino del otro lado” Apreté el gatillo. Estruendo. Oscuridad...



PD: Con esta entrada termina el relato. En breve comenzaré a postear un nuevo relato. Espero que hayan disfrutado con él tanto como yo disfruté al escribirlo.

Vino del otro lado (3)

Una gran claridad me despertó. Abrí los ojos asustados y vi que Amanda estaba descorriendo las cortinas de la habitación y un brillante rayo de luz solar caía directamente sobre mí. Me desperecé y salí de la cama lentamente. Amanda sin decirme nada salió de la habitación y bajó por las escaleras. Me quedé un buen rato sentado en la cama sin mirar nada en concreto, aún despertandome. Finalmente fui al baño a asearme y a vestirme. Me fijé en el espejo. Parecía aún más verde que nunca, mientras me miraba en el espejo tuve un pequeño desfallecimiento y por unos segundos se me nubló la vista. Sacudí mi cabeza y salí del cuarto, bajé las escaleras y me senté a la mesa.

- ¿Como te encuentras querida? - Pregunté mientras la miraba preparar el desayuno.

- Bien... - Parecía algo cansada y tenía unas pequeñas ojeras- Me siento cansada, supongo que no habré dormido bien. ¿Y tu?

- Bien, bien cariño... ¿porque no descansas si te encuentras mal? Te has movido mucho esta noche mientras dormías...¿Algo te preocupa?

-No es nada, Alfred. Solo una mala noche. Eso es todo.

Trajo dos platos a la mesa y comenzamos a tomar nuestro desayuno, de nuevo me impresionó la voracidad de Amanda. Como si no hubiese cenado nada la noche anterior. “Efecto del cansancio” pensé “ necesita retomar fuerzas, se la ve exhausta”. Terminamos el desayuno y ayudé a Amanda a recoger los platos y a fregarlos. Una vez limpiados me dio un beso en la mejilla y se fue a limpiar. Me quedé en medio de la cocina, pensando que hacer. Rápidamente subí las escaleras, saqué las llaves de mi camisa y abrí mi despacho. Cuando abrí la puerta mi reacción inmediata fue volverá cerrarla con fuerza. Aquello no podía haber pasado, nadie tenía la llave de mi despacho... nadie.

Respiré profundamente. Abrí la puerta. Miré atónito al suelo... no quedaba nada. Se suponía que debían estar los grabados del espejo... pero no había nada. Imposible. Entré lentamente en mi despacho cerrando tras de mí la puerta... avancé hacia la mesa. Me paré en el centro de la habitación y revise las paredes... nada, ni rastro de las hojas de papel. Caminé hasta mi escritorio. Tuve que sentarme al ver lo que allí había. Pintado en la madera de la mesa había un extraño símbolo. Era una especia de rectángulo en tres dimensiones aunque algo achatado por detrás como si tuviese perspectiva. Vino a mi mente rápidamente y de manera abrumadora el recuerdo de mis sueños. El musgoso pilar. La criatura durmiente. La figura orante. La niebla. La piedra verdosa, el limo... De nuevo la piedra, siempre la piedra... aquello parecía un tosco esquema de aquella horrible roca. Me quedé sentado, observando aquello y un frío gélido me rodeó... ¿Como podía eso haber sido dibujado? “Nadie excepto yo tiene las llaves de la habitación...”

Lentamente me levanté, con el sueño en mi mente. Me tambaleé hacia la puerta y baje en silencio las escaleras. Me asomé al pasillo y vi a Amanda de pie en mitad del salon. Quieta. Mirando las paredes como extrañada. Tenía colgando de una mano el trapo y la otra caía flácida. La observé algunos minutos y no se movió. Parecía perdida. Como si de repente estuviera en un lugar completamente desconocido. Entonces sin previo aviso se puso en marcha otra vez y siguió limpiando la habitación.

Subí lentamente a nuestra habitación y cerré la puerta tras de mí. Me costaba pensar con claridad. Tenía un cúmulo de pensamientos y temores en mi mente. El sueño se me repetía una y otra vez, las preguntas de quién y cómo había entrado en mi habitación se intercalaban además con el extraño comportamiento de mi esposa. Me apoyé contra la puerta. Mire la habitación. Nada, la cama aún desecha. Anduve lentamente hacia el cuarto de baño. Parado frente a la puerta cerrada aspire profundamente. Abrí de sopetón. Por breves instantes me pareció ver un fulgurante reflejo verde en la superficie del espejo. Pero después nada, solo estaba yo reflejado. “Nada tiene sentido, ¿que esta pasando?” Salí corriendo y me senté en la cama. Agarré mi cabeza entre mis manos y traté de tranquilizarme. Imposible. Nada, no lograba echar aquellas locas ideas. Me levante de sopetón y bajé al salón. Allí estaba Amanda limpiando que me saludó al verme. No le hice caso. La miré recelosamente mientras me daba la espalda y tomé la botella de la otra noche. Subí a mi escritorio y me senté frente al dibujo.

Di un largo trago. Directamente de la botella. Miré el dibujo. Aquel frío intenso regresó. Tomé un pañuelo que tenía en un cajón y lo empapé en alcohol. Con él comencé a frotar la superficie de la mesa tratando de limpiar aquello. Después de varios minutos frotando desapareció, aunque no el frío. Di otro trago. Comencé a relajarme un poco, las ideas se mezclaban con el licor. Tomé una pluma y una hoja de papel. Las miré, nada venía a mi mente. Otro trago. Tranquilidad. “Me despertó... ¿Quién?¿Que?¿Como? Joder” Golpeé la mesa. De nuevo un trago. Seguía el frío. Ni siquiera el alcohol acababa con aquella atmósfera helada. La botella parecía estar casi a la mitad, me era difícil verlo. “No importa”pensé “La terminaré. Sin problemas” Otro trago más. Tomé la pluma. Casi sin darme cuenta dibujé el símbolo que acababa de borrar de mi mesa. El símbolo se tambaleaba en el papel. “Dios mio... ¿Qué hago? Dios por favor... dime que hacer” Junte mis manos y miré al techo. Recé, recé como nunca antes había rezado. Esperé unos segundos, no paso nada. “Claro... ¿qué esperaba? ¿que bajase a ayudarme? Nunca lo has hecho y nunca lo harás” Di otro largo trago. Ya quedaba menos de la botella, y menos de mi mente. Miré de nuevo el papel. Aquel símbolo se movía al igual que todo lo demás. Tomé la pluma y me dejé llevar por el alcohol. Comencé a trazar líneas, poco a poco algo tomó forma algo. Seguí dibujando. Seguí y seguí. Pare para dar algún trago más. Finalmente tras algunos minutos de febril dibujo dejé la pluma. Lo que dibujé me dejó pasmado pora algunos segundos. Era la escena de mi sueño... solo que algo diferente. Estaba aquella sombra fofa, la figura humana en posición orante seguía de pie frente a él... pero esta vez, parecía que algo salia de la gran sombra hacía el cuerpo humano. Solo había logrado dibujar una especie de borrón. Nada más.

-Maldito seas. Ni el alcohol te hace desaparecer - Le dije al dibujo

Di el último trago que quedaba en la botella. Ya apenas si podía hilar los pensamientos más banales, sin embargo aquello perduraba... es más parecía amplificado. Resonaba una y otra vez en mi mente, y aquel dibujo me espeluznaba. Me froté los brazos. Hacía frío. Traté de levantarme y caí al suelo. “Demasiado alcohol...” me puse de rodillas y gateé un poco hasta la pared. Trate de ponerme de pie y tras varios intentos lo logré. Abrí la puerta y caminé zigzagueando por el pasillo hasta mi cuarto. Me tumbé en la cama y dejé que el techo se moviera encima mía. Todo daba vueltas. Sentí nauseas y corrí al servicio. Vomité, parte de aquella botella que acababa de beberme. Me despejé un poco. Me apoyé en el lavabo y miré al espejo. Me vi reflejado en él. “Que mala cara” pensé. Levante mi mano izquierda y temerosamente la acerqué al espejo como mi mujer hizo la noche anterior. Cuando toqué la superficie di un respingo. Estaba helada. Apoyé la palma completamente en él y seguí mirandome.

-¿Qué nos estás haciendo? -Pregunté al espejo- Desde que llegaste... todo... todo ha cambiado.

Mientras me miraba repasé los últimos días, la llegada del espejo, los sueños, la actitud lejana de Amanda... Entonces recordé algo. El día que vino el espejo a casa me pareció ver un reflejo verde en él, al igual que la otra noche.

-¿Qué es eso verde espejito?

Nada. No respondió. Cuando quité la mano de la superficie noté algo en el reflejo. Miré fijamente. Mi reflejo se había emborronado, como si estuviese entre la niebla. Acerqué un poco el rostro a la superficie tratando de ver si era vaho lo que lo empañaba. Cuando mi rostro estuvo a escasos dos palmos del espejo lo vi. No era vaho, era niebla. Había niebla dentro del espejo, y no solo eso... Todo lo de alrededor había desaparecido y solo había oscuridad . Eché la cabeza hacía atrás asustado y entonces lo oí. Aquel ronquido. Otra vez. Por toda la casa, o eso me parecía. Miré hacia todos lados aterrorizado y me topé con mi propia mirada en el espejo... pero no era yo. Era alguien diferente. Desde la brumosa superficie del espejo no eran mis ojos los que me miraban. Eran unos ojos asustados que me resultaban muy familiares. Me toqué la cara, pero el reflejo en el espejo no se movió. No era mi reflejo, era otra persona. Alguien diferente. Me acerqué un poco. El ronquido continuaba. La figura del espejo parecía inquieta, movía los brazos y la cabeza. Había demasiada niebla, no podía verla bien. La figura puso su mano en la superficie del espejo. Levanté la mía y la miré, lentamente la acerqué al espejo. Cuando casi rozaba su mano una voz del pasó me sobresaltó.

-Alfred. ¿Que haces? Me pareció oírte vomitar... ¿estas bien? Pareces enfermo.

-¿Qué? Eh... no nada Amanda... no es nada...

-¿Has bebido? ¿Tan temprano? Por Dios Al ¿que sucede?

- Vete... Dejame... ¡MARCHATE! - Grité furioso.

Amanda no contestó y se marchó lentamente sin siquiera mirarme. Me quedé mirando a la puerta y empecé a sollozar con la cabeza entre mis manos. Seguí sollozando durante varios minutos, las lágrimas salían y salían sin parar. Sentado en el suelo con la espalda en la pared comencé a tranquilizarme. Lentamente el llanto paró y mi corazón se fue tranquilizando. Finalmente quedé en silencio y mirando el espejo. Mi mente se fue aclarando, las ideas volvieron a mi cabeza y de manera ordenada. Poco a poco me fui poniendo en pie con la mano en la pared.

Apenas si podía mantenerme de pie y tuve que poner ambas manos en la pared. Parpadeé fuertemente un par de veces y suspiré. “Tranquilizate” me dije a mi mismo “camina hasta la cama, venga”. Comencé a dar un paso detrás de otro en dirección a la puerta del baño. De repente todo se empezó a mover y me sentí desfallecer. Rápidamente mientras todo el mundo se bamboleaba a mi alrededor corrí hasta la cama y me tumbé boca arriba. El techó no se estaba quieto, se movía en círculos a mi alrededor y repentinamente una voz resonó en mi cabeza: “Ella me despertó... me liberó...”.

-Dejame, dejame, dejame, dejame... Atrás- Dije mientras sujetaba mi cabeza con ambas manos y cerraba fuertemente los ojos.

Poco a poco todo se fue quedando quieto y un sopor, por la bebida seguramente, me invadió. El techo fue quedandose parado y las cosas dejaron de moverse. Todo empezó a oscurecerse y finalmente quedé dormido.

Vino del otro lado ... (2)

A la mañana siguiente me despertaron unas voces en un idioma desconocido que provenían de la planta baja de la casa. Me levanté y fui al cuarto de baño, me aseé y vestí con un traje de pana marrón. Me fijé en que ya no estaba nuestro antiguo espejo y en su lugar había un enorme hueco para el nuevo. Caminé hacia las escaleras con la idea de bajar al pasillo y mirarme en el nuevo espejo pero cuando llegué vi a un par de jóvenes vestidos con unos petos de trabajo. Iban cargando con el espejo de piedra y por detrás mi esposa les iba dando órdenes y cuidando de que no golpearan las paredes con él. Los muchachos iban hablando en un idioma desconocido para mí y parecían algo inquietos.

Me eché a un lado y deje pasar a los dos porteadores que se dirigieron a nuestra habitación. Amanda pasó junto a mí y me dio un beso en la mejilla y siguió detrás de los muchachos, guiándoles. Se oyó un fuerte ruido y un arrastrar de algo pesado e inmediatamente los dos jóvenes salieron rápidamente de la habitación y bajaron por las escaleras. Apareció mi mujer con un par de monedas en la mano y con una mirada extrañada en la cara:

- Que raro... no han querido nada de propina. Nada más colocar el espejo se han marchado corriendo, ya lo viste.

-Mejor Amanda, esas monedas que les ibas a dar nos harán falta como la situación siga como hasta ahora.

Pasé a su lado y fui a mirarme en el espejo. Me ajusté la corbata frente a él y me limpié las hombreras de la chaqueta. La verdad que el espejo encajaba bien en la habitación, daba un toque rústico... Me fijé en las figuras de los bordes de piedra, me dio la sensación de que las escenas en ella grabadas habían cambiado. Seguían representando actividades cotidianas de algún tipo de tribu... pero algo había cambiado en ellas, parecían mucho más vivas que el día anterior. El tono verdoso de la piedra era ahora mucho más notable y la superficie del espejo tenía ese mismo reflejo. Quedé ensimismado mientras me miraba y por breves segundos todo lo de mi alrededor desapareció y solo estaba mi reflejo. La voz de mi mujer desde el pasillo me sacó de aquella especie de trance, sacudí fuertemente mi cabeza y salí a toda prisa de la habitación con una pesada sensación en mi pecho.

-Alfred, vamos a desayunar- Repetía Amanda mientras bajaba las escaleras.

Bajé algunos escalones por detrás de ella y la seguí a la cocina. Me senté en la mesa y observé a Amanda mientras preparaba el desayuno. Hubo algo en sus movimientos que me extrañó, parecía moverse algo más lento que de costumbre y titubear un poco a la hora de coger las cosas de los armarios, además no podía quitarme de la cabeza la sensación de que se paraba unos instantes frente a cada cristal de la cocina...Saqué aquellas ideas de mi cabeza, debía ser que aún no estaba despierto del todo. Nada iba mal... que equivocado estaba pensando eso.


Tomamos el desayuno, la dejé limpiando la cocina y el resto de la planta y subí a mi despacho. Me cerré con llave por dentro como hacía siempre y me senté a escribir. Recogí la pluma y la mojé en tinta. Miré fijamente a la hoja de papel en blanco que me esperaba sobre la mesa. Podía escribir con maquina... pero prefería que las letras fluyeran directamente de mi a la tinta, era una manía de escritor como Amanda solía llamarla. Dejé mi mente en blanco buscando que las ideas llegaran a mí. Comencé a escribir algunos versos sin demasiado atino, pero poco a poco fui notando como entraba en el estado de insensibilidad absoluta que me dominaba cuando me llegaba la inspiración. La pluma prácticamente se movía sola sobre el papel, las ideas corrían de mi mente a la pluma y de la pluma al papel. Escribí y escribí sin pensar en nada, solo plasmando lo primero que llegaba a mi mente. No noté el pasar del tiempo, ni los ruidos de la calle que entraban por mi ventana. Poco a poco aquella sensación fue desapareciendo de mi mente y cuando se fue completamente miré el reloj. Habían pasado un par de horas, un par de horas de frenético trabajo. Había escrito cuatro o cinco folios llenos de ideas caóticas. Me asombré de lo escrito, la mitad de las palabras no las entendía y lo había escrito todo con una caligrafía lamentable. Había hecho hasta algunos dibujos parecidos a los del espejo pétreo. Hablaba continuamente de estrellas, de planetas, de soles... lo poco que estaba escrito en un idioma que podía entender apenas si tenía algún sentido para mí. Una fría sensación recorrió mi cuerpo entero, un terror enorme se fue apoderando de mí y tuve la fuerte sensación de saltar por la ventana. Recogí aquellos papeles e incluso la pluma y bajé corriendo a la cocina. Arrojé a las llamas las hojas escritas y la pluma ante la mirada atónita de Amanda que soltó un gritó cuando los objetos comenzaron a arder.

-¿Qué haces? ¿Por qué las tiras? ¿Estás loco? Era la pluma que te regalé...

No contesté y subí corriendo las escaleras en dirección al espejo del cuarto de baño. Observé todas y cada una de las figuras, seguían teniendo ese tono verdoso de siempre. Fui a mi despacho y saqué un montón de folios y un par de carboncillos. Me senté frente al horrendo espejo y comencé a calcar cada relieve de la piedra. Calqué todas y cada una de las escenas grabadas en la piedra y cada palabra escrita en él, mientras lo hacía me di cuenta de que alguna de esos símbolos habían sido escritos por mí mismo apenas unos minutos atrás en los mismos papeles que acababa de arrojar al fuego. Amanda subió y me miró extrañada mientras calcaba la piedra, no dijo ni una sola palabra, tan solo miraba al espejo y del espejo a mí.

Después de media hora había logrado calcarlo todo, ordené las hojas y me encerré en mi despacho dejando a Amanda en el cuarto de baño. En el suelo de mi despacho coloqué todas las hojas de papel recreando la silueta del espejo y fui observando todas y cada una de las figuras. Parecían ser una especie de guía de rituales, era como manual de instrucciones para algún tipo de sacerdote de una tribu. Seguramente los trazos que rodeaban cada escena sería una explicación detallada de las palabras necesarias o de los ingredientes necesarios para llevar a cabo el ritual. Observé detalladamente cada palabra de aquel extraño idioma, parecía que cuanto más lo miraba más coherente me parecía y descubrí que había una palabra que entendía perfectamente y que había escrito decenas de veces en los papeles que acababa de quemar. Cogí una hoja de papel y la escribí con letras grandes.

R'lyeh


Cuando terminé de escribir aquella desconocida palabra en la hoja de papel me embargó una fuerte sensación de desesperación y terror. Retrocedí hasta notar la pared contra mi espalda y tanteé hasta encontrar el picaporte de la puerta y salí rápidamente de mi cuarto. Aquella palabra resonaba en mi mente una y otra vez. Bajé al comedor corriendo, abrí el armario y saqué una botella de licor y un vaso ancho. Bebí un par de vasos hasta que fui notando como aquella sensación desaparecía lentamente. Desde arriba Amanda me preguntaba si sucedía algo, pero yo no la contestaba y apenas si la oía, solo pensaba en aquellas escenas grabadas en la piedra y aquellas extrañas letras. Amanda bajó las escaleras lentamente y se asomó al salón.

-¿Sucede algo cariño? Has salido corriendo y dando portazos...

-Nada Amanda, tranquila no pasa nada. Solo necesito estar solo y descansar un poco... prepara la comida por favor... - Di un largo trago al vaso e hice un ademán con la mano.

Ella salió lentamente del salón y la noté mover cacharros en la cocina. Me quedé con la mirada perdida y poco a poco me fuí sumiendo en un extraño sopor hasta caer dormido. Fue extraño, no recuerdo haber dormido tanto como para soñar... Aparecían escenas talladas en piedra y largas letras sin sentido todo sobre un fondo de color verde intenso. Me vi a mi mismo reflejado en todas partes, cada rostro expresando algo distinto, alegría, terror, extrañeza, dolor, placer... Notaba que algo rondaba a mi alrededor, algo terrorífico que vigilaba todos y cada uno de mis reflejos. Una extraña bruma empezó a cubrirlo todo, mis reflejos, las escenas y letras grabadas en la piedra...todo desapareció bajo la espesa bruma. Un frío intenso recorrió todo mi ser. La niebla poco a poco fue creciendo y volvíendose más y más densa. Dejé de ver nada. Solo oía un fuerte ruido metódico, que cada varios segundos sonaba a lo lejos. Me noté parado en mitad de la niebla, aunque no era consciente de mi propio cuerpo. Aquel sonido seguía de fondo. De repente entre la niebla fue apareciendo algo. Aunque mi cuerpo no se movió aquella mole surgió ante mí. Era una estructura de un tamaño descomunal, más grande que ningún rascacielos que hubiese visto nunca. La estructura parecía estar cubierta de una especie de limo de un color verde oscuro y de las esquinas colgaban unas largas lianas. Aquella escalofriante torre estaba llena de recovecos, de ángulos interiores y exteriores. La luz, que venía de algún lugar encima mía, incidía sobre la superficie de la torre creando un extraño juego de sombras que la hacían aún más imponente.

Esta visión se quedó grabada en mí a fuego, cada palmo de la verdosa piedra se plasmaba en mi mente. Aquella especie de ronquido eterno seguía sonando y cada vez parecía más cerca. Sin apenas advertirlo la estructura siguió moviendose y poco a poco se fue volviendo más clara... grabadas en la limosa piedra pude ver figuras de un tamaño descomunal, cada una de ellas era más grande que cualquier hombre y mostraban criaturas antropomorfas pero con extraños apéndices en las espaldas. Estas grandes criaturas se asemejaban a sapos y parecían estar sentadas en grandes piedras, pude observa que talladas en un tamaño minúsculo, frente a los grandes sapos antropomorfos, había humanos. Estos parecían llevar andrajos en lugar de ropa y todos tenían las manos alzadas al cielo como si les rogasen algo a aquellos seres.

El ronquido fue aumentando de intensidad y aquel pilar siguió avanzando frente a mí entre la espesa niebla. De repente entre la bruma y en lo alto de la ciclópea estructura me pareció ver una masa oscura que se movía regularmente con cada sonido... Inmediatamente en mi mente sonó algo parecido a palabras que extrañamente mi quebrada mente logró entender “Me despertó...”

Antes de que aquella voz pudiese terminar desconocido mensaje unas manos femeninas me sacaron del extraño sopor.

-Alfred, te quedaste dormido. La cena esta lista, vamos.


La miré con ojos desorbitados y con aquellas palabras aún resonando en mi cabeza, no entendía que acababa de suceder, en mi corazón pesaba todo lo recién soñado. Lo soñado porque era lo normal que sucedía cuando uno dormitaba, pues para mí no hubo ninguna diferencia con la realidad y aún ahora me parecía ver aquella bruma alrededor de mi esposa.

Me levanté con dificultad. Dejé el vaso vacío en el mueble bar y caminé tras mi mujer hacia la cocina. Allí apenas si pude comer nada, en cambio Amanda parecía que no había comido en años. No hablamos casi nada, nos limitamos a mirarnos en silencio. Después de la cena fuimos al salón y nos sentamos en el sofá mientras escuchábamos la radio. Ciertamente recuerdo encender la radio, pero no recuerdo nada de lo que dijo, en mi mente solo sonaba aquella especie de ronquido y esa voz de ultratumba diciendo “Me despertó...”. ¿Qué despertó a qué o quien? ¿Qué era aquello y porqué me parecía tan real todo? No hacía más que ver una y otra vez aquel extraño pilar, aquella especia de limo verdoso y esa figura que parecía respirar. Sumido en tales divagaciones no noté como Amanda se levantaba y apagaba la radio, me dio un par de suaves golpes con el dedo y entonces me moví sobresaltado.

-Vayámonos a dormir Alfred, es tarde y pareces cansado- Me miró fijamente a los ojos mientras pronunciaba aquellas palabras y me pareció ver a su alrededor un rastro de aquella leve bruma... cosas del sueño pensé entonces.

- Si cariño, estoy algo cansado. Acostémonos ya.

Subimos juntos las escaleras y al pasar delante de mi despacho comprobé que estuviera completamente cerrado y entré en nuestro cuarto. Amanda estaba en el cuarto de baño y no me notó entrar, estaba frente al espejo y lo tocaba con su mano derecha con la mirada perdida en su propio reflejo. Me desvestí mientras la miraba extrañado, no se movió. Al quitarme los zapatos los dejé caer con fuerza en el suelo, el ruido pareció sacarla de su estado de trance. No dijo nada, comenzó a quitarse los pendientes como si nada hubiera sucedido, y quizás no había notado nada.. Me acosté y espere a que ella también lo hiciera, apagué la luz y nos tapamos con el edredón. Poco después notaba como Amanda dormía, sin embargo yo era incapaz de cerrar los ojos. Cada vez que lo hacía aparecía frente a mí aquella imponente estructura y aquella terrorífica figura palpitante. No podía dejar de pensar en aquello tan extraño que soñé, me obligué a mi mismo a no dormirme... no quería correr el riesgo de volver a soñarlo. Pasaron así algunas horas, con la mirada perdida en el techo y la gutural voz resonando en mi cabeza “Me despertó...”


Dí varias vueltas en la cama, Amanda pareció medio despertarse alguna vez pero inmediatamente me decía que me estuviera quieto y seguía durmiendo. Pero yo seguía sin poder dormir, siguieron pasando las horas y yo de cara la cuarto de baño notaba como lentamente mis ojos comenzaban a cerrarse. Luche fervientemente por mantenerme en vela y no caer en el sueño de la noche, para no volver a aquel sitio...Pero era una lucha perdida, poco a poco fuí entrando en un agradable sopor y justo antes de cerrar los ojos definitivamente me pareció ver un leve reflejo verde proveniente del cuarto de baño. Mis ojos se cerraron definitivamente. Repentinamente volví a verme rodeado por aquella bruma espesa y frente a mí surgió otra vez aquél pilar del demonio. Sobre él seguía aquella figura palpitante, no parecía ser demasiado grande ni demasiado pequeña tampoco muy alta ni muy baja y fuí incapaz de determinar su anchura pues con cada mirada parecía desinflarse e hincharse. Aquel ronquido seguía resonando por todo aquel lugar... todo parecía ser como mi anterior sueño... con una excepción. Frente aquel ser salido de ninguna parte había otra sombra, esta era claramente humanoide y de tamaño normal. Parecía tener las manos en alto en actitud de oratoria y con cada ronquido de aquel ser los movía frenéticamente. Una voz resonó por todos lados “ Ella me despertó...”

Pero antes de que pudiera terminar de escuchar aquella extraña voz y su incomprensible mensaje algo me despertó de aquel sueño. Dí un brinco en la cama y abrí los ojos, a mi lado la cama estaba completamente vacía. En mi mente resonaban aún las terroríficas palabras de aquel ser y en la oscuridad de la habitación me pareció verlo. Cerré los ojos con fuerza tratando de sacar aquella imagen de mi embotada mente. Revisé la habitación lentamente, no había ni rastro de Amanda, entonces vi que de debajo de la puerta del baño surgía un halo de luz. No venía ningún sonido de la habitación. Me quedé en silencio, mirando la puerta cerrada y esperando que Amanda saliera. Nada. Pasaron algunos minutos y no parecía que fuera a salir. Esperé y esperé, poco a poco me fui sumiendo en de nuevo en un inquieto sueño.



Segunda parte de la división ficticia que he hecho de mi relato. Este relato es el segundo relato que escribí por completo de forma consciente (no es que haya escrito otros en un estado de sopor onírico como Alfred, sino con cierta edad y conocimiento de lo que hacía xD). Lo cierto es que me gustó mucho el resultado final. Veremos a ver que os parece finalmente. Un saludo